¿Dónde estás, Federico?
En mi pequeño desvarío de amor, así me digo que dices:
Varados en agua negra,
mi esqueleto plateado
y una astilla de muleta.
Del bosque de la ortopedia,
por la raíz a lo hondo.
En la fosa embarrancada
de crepúsculos y cerros,
soy dos mil ojos y lenguas.
Susurro y luz por las ramas,
del sedal tirante al cielo.
En añicos de mí, fértil suspiro,
vuelvo a la flor que me espera.
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